Pablito Bustamante y Óscar Rébora protagonizan su propio show en la desquiciada carrera por la presidencia municipal de Benito Juárez (Cancún).
Han sido reiterados los llamados —dentro y fuera de Morena— a que los aspirantes bajen dos rayitas a sus pre-precampañas. Pero estos personajes hacen como que la virgen les habla y siguen cometiendo excesos que dañan a las instituciones donde despachan y al partido que dicen representar.
En Cancún hay una carrera desenfrenada en la que cada vez se suman contendientes y se arma una contienda confusa, plagada de disparates. Pero quienes se llevan las palmas son Pablito y Rébora, que han montado, a partir de su temeraria obsesión por el poder, un show de ocurrencias, dislates y contradicciones.
De entrada, ambos funcionarios-aspirantes juegan con todo desde sus cargos en el gobierno, lo que no necesariamente cabe dentro de la legalidad.
Rébora, por ejemplo, desde la Secretaría de Ecología y Medio Ambiente, lanza llamados para defender a Morena, cuando debería estar atendiendo la depredación de los recursos naturales del estado, desde la selva hasta las sacaberas, con olor a corrupción.
O el caso aún más pueril de Pablito Bustamante, que desde la Secretaría del Bienestar pretende convertirse en el simpático chico filantrópico y misericordioso, tanto que más que candidato parece aspirante a canonización en su verdecito corazón.
Pero lo grave no radica únicamente en la desbordada imaginación de Pablito o Rébora, sino en que asumen que no tienen límites y que existe “licencia” para hacer lo que indecorosamente sea necesario con tal de figurar y sentarse en la silla principal de la avenida Tulum, Supermanzana 05.
