
Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotail.com
Es noticia conocida, hace una semana se pospuso la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a México, nos quedan tres semanas para cumplir con los requisitos impuestos y aceptados. Ante nuevas condiciones internacionales muchos mexicanos esperamos una redefinición del modelo de desarrollo que hasta el momento tenemos en el país.
Se ha posicionado la narrativa de que fue con Salinas que nuestro país adoptó el neoliberalismo como paradigma que ha guiado nuestro desarrollo. Hay evidencia que seguimos todavía bajo esa lógica. El neoliberalismo se conoce así porque es una nueva etapa del liberalismo: neo-liberalismo. Este paradigma abrió las condiciones para que la iniciativa privada, no el gobierno, sea el motor de la economía. Casi todas las empresas del estado pasaron a manos privadas, ejemplo Telmex.
El neoliberalismo se sostiene por varios pilares ideológicos. Uno es el que considera que la mejor forma de facilitar la distribución de la riqueza es a través de los empleos generados por la iniciativa privada. Otro, complementario con la globalización, prioriza la adquisición de cierto bien importándolo de otro país donde se produce más barato que en el país que lo importa. Estos dos pilares son apoyados visiblemente o no, a través de política pública; por ejemplo, el establecimiento de tratados de libre comercio.
Pues bien, la imposición de aranceles por parte de un país a otro implica un cambio de rumbo, en teoría una separación del neoliberalismo, hacia el proteccionismo. Pero viniendo de un país como Estados Unidos, la expresión máxima del capitalismo y del neoliberalismo, no debe ser tomado a la ligera, no necesariamente es solo proteccionismo.
Mientras la discusión intelectual, o de mesas de cafés, trata de dilucidar si es o no proteccionismo, ojalá que el gobierno tome en serio el asunto y facilite otro tipo de discusión, una que gire alrededor de modelo o modelos de desarrollo que podríamos y deberíamos echar a andas como país.
Claramente el neoliberalismo no es un buen modelo. Pero tampoco lo es el estatismo. Ya lo hemos vivido en México y lo vemos en otros países que tienen una planeación centralizada (analicemos a Cuba o Rusia), no funciona en un contexto actual. La pobreza se ha mantenido tercamente ante ambos modelos, y se ha tolerado la corrupción, violaciones a derecho, falta de transparencia y rendición de cuentas, así como falta de independencia y respeto entre los tres poderes de la nación. Todo ha contribuido al subdesarrollo y por tanto explican la pobreza de un país.
Hay indicios, aunque débiles, de que en el gobierno se está pensando seriamente en un cambio. La semana pasada algunos medios comunicaron la noticia de que habrá política pública que apoye a los pequeños agricultores, que son la gran mayoría, para incentivar la producción de alimentos. Buena idea, pero las buenas ideas no son suficientes para alcanzar un cambio real de paradigma de desarrollo. Las buenas ideas deben estar acompañadas de medidas, acciones y políticas públicas que le den forma y permitan su buen desarrollo.
Tenemos la presión del maíz transgénico y otras especies genéticamente modificadas, y la tecnología que los sostiene. Si en realidad se busca un cambio de paradigma de desarrollo, en materia de producción de alimentos, no basta con modificar la constitución ni con regalar fertilizante. Necesitamos masa crítica que desarrolle nuevas tecnologías que permitan acortar las cadenas de suministro y sustituir los insumos externos por locales.
Más ideas en otra entrega.
Es cuanto.