
Por: Gilberto Avilez
Sin hacer la narrativa del levantamiento (para eso, invito al lector a leer los libros de Rodríguez Cimé y Dzul Ek que comentamos en este trabajo), sí me gustaría apuntar algunos hechos y acotaciones de lo de Canek y Cisteil proporcionado por las lecturas que he realizado en días previos:
- En primera, se viene a la mente por qué Cisteil fue cuna de este levantamiento armado maya. El hecho de que el pueblo estaba en fiesta el día 19 de noviembre de 1761, no debe hacernos perder de vista que geográficamente, Cisteil es un pueblo de frontera (como lo es el Tepich de la Guerra de Castas), un pueblo bisagra, “bajo campana” y de cara al camino hacia la Montaña. Asimismo, fue un pueblo que estaba inserto en el antiguo territorio de los Cocom, el linaje más aguerrido y tradicionalista de los mayas cuando la Conquista.
- Es digno de rescatar los años formativos de Jacinto Uc en el convento franciscano de Mérida, pero es más significativo apuntar el largo viaje iniciático que hizo años previos a 1761 hacia “la Montaña” y la región del Petén guatemalteco, donde se encontraban los últimos grupos itzalanos. Canek mismo se jactaba de ello: “yo he caminado por toda la provincia y registrado todos sus pueblos; y considerado con atención, ¿qué utilidad ó beneficio nos trae la sujeción a España?, y os aseguro que hallo otra que una penosa é inviolable servidumbre”.
- Canek y los suyos, en Cisteil, peleaban contra los tributos a la corona, al cura, contra el ominoso tequio.
- Sin duda, hay cosas que la ciencia occidental no puede entender todavía, pero en los legajos de Cisteil se cuentan varios prodigios. En uno de los pasajes de la historia de Jacinto Canek, uno de los supuestos poderes del caudillo de Cisteil era el de saber volar (era una especie de “wáay koot), y no sólo Canek tenía ese don, también un mendigo de Valladolid, Nicolás Cauich, que había conocido los planes para la liberación de los mayas del dominio colonial, volaba de pueblo en pueblo. El wáay koot es otra de las trasmutaciones de los hombres antiguos, conocedores de los enigmas y el poder de los arcanos (Bracamonte, La encarnación de la profecía. Canek en Cisteil, México, CIESAS-Instituto de Cultura de Yucatán-Miguel Ángel Porrúa Editores, 2004, pp. 113, 128).
- Con supuestos dotes nigrománticos, Canek podía escribir en papel sin utilizar tanta arte, bastaba con tomar un pliego, escribir dos o tres renglones, tener el papel entre las manos, y en un rato la escritura invisible hacía su presencia.
- No solo era un mesías, no solo tenía presente el tiempo cíclico y el regreso del katún libertario. Canek también era un gran Chilam que había enseñado a quince mayas el arte de la “brujería”, los cuales entrarían, si de ser necesario, a Mérida y con su arte derribarían sus fortalezas y castillos y darían muerte a sus centinelas y abrirían sus postigos y puertas a los ejércitos que acaudillara Canek.
- Tal vez el concierto para la sublevación que iniciaría la navidad de 1761 y que fue adelantado el 19 de noviembre, fue enseñanza que los mayas no olvidarían, respecto a buscar tratos con el inglés. En un discurso de Canek dado en el cementerio de Cisteil el 19 de noviembre de 1761, el caudillo decía que “Haré venir multitud de combatientes, y si estos no bastasen, haré venir millares de ingleses á nuestro ejército, como ahora os produciré hormigas”. Hay similitudes obvias y no tan obvias de esto con la Guerra de Castas. En efecto, lo mismo sucedió cuando la Guerra de Castas, que los tiempos salieron de sus cauces: el grito de Tepich no iba a ser el 30 de julio de 1847, sino una quincena después. Unas supuestas cartas que habían mandado los principales caciques mayas de la Guerra de Castas a todos los pueblos para que fueran secundados en su levantamiento, según la prensa oficial decía que a través de estas cartas –que nadie vio- todos los indios del país se levantarían en armas el 15 de agosto de 1847 para sacar a todos los “blancos” y proclamar un Estado con características étnicas definidas. Lo mismo que sucedió en Cisteil.
- Canek no solo se vistió con el manto de la virgen de la Concepción de Cisteil la noche del 19 de noviembre, sino que adoptó el nombre que le dieron en el Petén los itzaes: Serpiente Negra pequeño Moctezuma. Asimismo, declaró a la virgen de Cisteil su esposa.
- Y aunque pensemos que el caudillo de Cisteil era un vagabundo solitario, tenía a un hijo suyo que pudo acompañarlo a recorrer el mundo de la península, y tal vez a un maestro, a un viejo Chilam de largos años que era consejero de Canek y que igual fue uno los que sufrieron la cárcel. No se sabe el destino del hijo y del viejo, si murieron o sobrevivieron a la crudelísima respuesta española.
- Al enfrentarse con las tropas más pertrechadas de Cristóbal Calderón, capitán de Tihosuco que derrotó al ejército maya en Cisteil, los mayas se pintaron el rostro y cuerpo con los colores negro y rojo, señalando con esto su disposición a la guerra. De 1,200 a 1,500 mayas, la mayoría con piedras y palos y las pocas armas viejas de cacería, se enfrentaron a un ejército español de medio millar de soldados, al mando de Cristóbal Calderón, que estaba más pertrechado, teniendo hasta un cañón para la guerra. La derrota era inminente.
- No fue un asunto espontáneo lo de Cisteil, tenemos que decir y repetir. Hay indicios de que la insurrección de 1761 –como la de 1847- se había fraguado con antelación. Se había estado acumulando armas (las pocas que se consiguieron), metales preciosos para comprarlas, y se habían sembrado más de lo debido las extensiones de milpa para el sostenimiento de la tropa. Casi todos los pueblos de frontera, y hasta de lugares lejanos como Lerma y barrios de indios de Mérida, estaban enterados del próximo levantamiento en Cisteil: Ichmul, Ekpedz, Tiholop, Lerma, Nenelá, Tinum, Tadzibilchén, Tixhualatún, Tahdziu, Peto, Chacsinkín, Tihosuco, Tixmehuaca, eran los lugares de donde vinieron los combatientes mandados a llamar por Jacinto.
- Las misivas que se enviaron a los pueblos mayas a principios de noviembre de 1761 forman parte del rico lenguaje de la resistencia indígena, y del antecedente de las cartas y misivas de la Guerra de Castas. Una misiva que se enviaría desde Cisteil después de la muerte de Tiburcio Cosgaya, fue escrita en maya y hay traducción al español. Dice así: “Bien podéis venir sin temor alguno, que esperamos con los brazos abiertos; no tengáis recelo porque somos muchos y las armas españolas no tienen ya poder contra nosotros; traed vuestra gente armada que con nosotros está quien todo lo puede”.
La interpretación indígena literaria de Canek
Pues bien, una vez dicho esto, podemos apuntar algunos pasajes de ambos libros de estos escritores mayas que, como hemos apuntado, ambos abrevan de los trabajos historiográficos modernos. Empecemos con el texto de Édgar Rodriguez Cimé. Desde “Mérida sin arrebol”, “Ciudad Blanca”, “Culturas juveniles en el Mayab”, “Mérida desmaderna”, entre otros libros, Édgar Rodríguez ha hecho suya la estrategia epistemológica cancliniana de contarnos cómo los “desmadernos” han entrado y salido de la modernidad llevando al pueblo a cuestas, a las consejas del abuelo inquiriendo a las calles del centro por su progresivo morenío (la “Ciudad blanca” hace tiempo que dejó esa tez), haciendo jaque en reiteradas ocasiones a los mitos fundadores de la antes homogénea ciudad blanca devastada por la eclosión de lo diverso. Y ha hecho suya la cláusula de Bolívar Echeverría objetando la “modernidad”, y la blanquitud que trae consigo sin decirlo: “Lo humano sólo existe como tal si se realiza en la pluralidad de sus versiones concretas, cada una de ellas distinta de las otras, cada una sui géneris. Anular esa diversidad equivaldría a la muerte de lo humano. Felizmente, esa homogeneización es imposible: el mapa de la diversidad humana nunca perderá la infinita multiplicidad de su colorido. La diferencia es inevitable. No hay fuerza que pueda uniformar el panorama abigarrado de las identidades humanas”. No tengo que decir que, a Mérida, a la Mérida profunda, a la otra Mérida, la conocí leyendo en una biblioteca olvidada de pueblo los primeros dos libros que conseguí de Édgar: “Mérida sin arrebol”, y “Ciudad blanca”.
En años recientes ¿una década ya? Rodríguez Cimé comenzó a abordar de frente la historia de su pueblo, el maya. Originario al parecer de Sotuta, las venas profundas de la historia maya gravitan en su teclado, y recientemente esta inquisición literaria por la historia del pueblo maya se concretizó con su versión literaria de la gesta de Canek. Esta historia comienza por un viaje, el que hiciera el alumno de frailes franciscanos hacia lo más tupido de “la espesa selva empapada de lluvia, entre miembros de pueblos libres de la montaña”, en la región del Petén, en los dominios del último rey Itzá, el “Chili Kaan Eek’.

El relato de Rodríguez recrea ese portentoso viaje, en el que Jacinto Uc deja de ser uno más del montón y se inviste con el ritual antiguo de los otrora amos de la península. El autor, en una serie de episodios escritos con destreza periodística, nos da un memorial de voces indígenas hablando sobre las injusticias y esperanzados de un cambio de rumbo para los macehuales (contra qué luchan: repartimientos y explotación laboral; y apuntes sobre su plan de lucha). El autor inserta una serie de análisis sobre el significado de la milpa y su lucha contra las haciendas ganaderas: “hombres del sagrado ixi’im. A la hora de comer en Yucatán, puede faltar algo en la humilde mesa, pero nunca las sabrosas tortillas, que son la cuna de nuestros alimentos”. El trabajo de Rodríguez Cimé aborda los preliminares de la sublevación, las respuestas del gobierno español, así como la muerte cruenta del líder indígena, y la profecía de que habría otra guerra, pero que en esta sí habría la victoria para los mayas.

Carlos Armando Dzul Ek (1947-2017).
Paso ahora a apuntar algunos pareceres que me trajeron a las mentes la lectura de Carlos Armando Dzul Ek. Lamentable que hasta ahora me topo con un libro de Carlos Armando Dzul Ek (1947-2017) un profesor de primaria y de educación media superior (profesor de historia) que fue, además, un maestro de la lengua maya originario de Oxkutzcab, Yucatán. Conocedor de la escritura maya, así como de la historia de su pueblo, escribió obras de teatro con temas mayas y las puso en escena con su grupo de actores “Lol Be”.
En el 2016, un año antes de su deceso, los órganos de cultura de Yucatán le publicaron un libro donde reunió una “trilogía histórica maya” con la cual Dzul Ek, mediante la maya y su traducción al español, da a conocer su visión propia de la lucha contra la conquista, así como la rebelión de Jacinto Canek en Cisteil, y la gran guerra, la guerra de castas de Yucatán. Son tres obras de teatro basadas su escritura en el estudio pormenorizado de la historia, pero también en la sensibilidad literaria del gran maestro de Oxkutzcab.
Como no quiero extenderme más para no cansar al lector de este diario, comparto este fragmento del trabajo de Carlos Dzul Ek, lleno de símbolos y simbología maya porque son palabras del mismo Canek rescatadas, palabras simientes, palabras viento y palabras cenotes preñados de lo que vivieron los mayas en tiempos coloniales, para dar un ejemplo de la riqueza escritural de esta fina obra teatral titulada “La rebelión del Rey Jacinto Uc de los Santos Canek”:
JACINTO CANEK. – Hermanos míos, está por determinarse el espíritu de nuestra libertad. Yo he caminado por toda la provincia observando a Yuum K’iin e interrogado a los astros. He escuchado el canto de los pájaros que lloran y la voz inescrutable de los dioses remotos. He formulado pactos indisolubles con los adivinos del auga, con el rocío del cielo, con la venerable serpiente emplumada Vi mudar la piel de la serpiente; vi cambiar la piel del venado. El viento me confirió la sabiduría de los Ak kines crepusculares que hoy comparto con quince eminentes Chilames, listos para presidir la rebelión…Los derrotaremos en Mérida, y luego estableceremos un gobierno general maya con cabecera en Maní. Les recuerdo que debemos tomar la capital. Arrasaremos las casas reales, y para eso empleen sus machetes en esta guerra santa; devasten con ellos los cuerpos de sus infames amos; disparen sus armas en las malas entrañas de los encomenderos y del juez de tributos. Yo sé que muchos morirán en la lucha, mas no tengan miedo, pues serán resucitados mediante este óleo mágico que poseo. Por último, algo que no puede pasar: nuestra derrota, la odiosa victoria de nuestros enemigos. Dispondré entonces el abandono total de estas tierras para acogernos a países extraños, para hacernos invisibles con el viento, para esfumarnos calladamente y reaparecer en la gran ciudad de Maní, lugar donde se forjará nuestro porvenir”.
Bibliografía
Abreu Gómez, Ermilo (1980). Canek. Historia y leyenda de un héroe maya. México: Ediciones Oasis.
Aguirre Rojas, Carlos Antonio (2007). “Indicios, lecturas indiciarias, estrategia indiciaria y saberes populares (Microhistoria italiana)”, en revista Contrahistorias, núm. 7, México, D.F.
Bartolomé, Miguel Alberto (1988). La dinámica social de los mayas de Yucatán: pasado y presente de la situación colonial. México: INI.
Bracamonte y Sosa, Pedro, La encarnación de la profecía. Canek en Cisteil, CIESAS (Colección Peninsular), México, 2004.
Dzul Ek, Carlos Armando (2016). Trilogía histórica maya. Óox éesajil maaya ucha’antak ba’alo’ob. Mérida: Gobierno del estado de Yucatán-Secretaría de la Cultura y las Artes.
“Relación hecha al cabildo eclesiástico por el prepósito de la Compañía de Jesús, acerca de la muerte de Jacinto Can Ek y socios”, en Registro Yucateco. Tomo IV. Mérida, México, 1846.
Rodríguez Cimé, Édgar (2024). La rebelión del Rey-Dios José Jacinto Úuk de los Santos Kaan Eek’ Chichan Moctezuma. Mérida. Edición de autor.
Patch, Robert W., “La rebelión de Jacinto Canek en Yucatán”, Desacatos, núm, 13, invierno, 2003, pp. 46-59, traducción de Gabriela Solís Robleda.
Tercer Congreso Internacional de mayistas. Memoria (9 al 15 de julio de 1995), México, 2002 (Primera reimpresión), UNAM y UQROO, Tomo I y II.